viernes, 22 de abril de 2011

Última estación china: Pekín



Después de una semana en la potente Shanghái, cogimos un tren cama para ir a Xi’an. Ir directamente a Pekín nos parecía perder la oportunidad de movernos libremente por China y de ver una de las paradas turísticas obligadas del país: la Armada de Terracota.

En el tren conocimos a Santiago, un cocinero colombiano que cambiaría nuestra forma de viajar, dado que hasta el momento no habíamos prestado la debida atención a la comida de los países que estamos visitando. Durante los días que compartimos con él hablamos de gastronomía y de muchas otras cosas, siempre sentados alrededor de una mesa. Santiago nos hizo salivar con sus descripciones de alimentos y recetas, nos hizo oler el humillo que sale de las cocinas de todo el mundo, nos hizo visualizar platos de ingredientes brillantes. Pero tenemos que echarle la culpa públicamente por todo lo que estamos sufriendo ahora, cada vez que comemos fideos de sobre o latas de conserva para no salirnos del presupuesto del viaje!! Gracias Santiago por enseñarnos tantas cosas, te deseamos lo mejor en tus proyectos.

Para ir de Xi’an a Pekín volvimos a coger un tren cama, probablemente el último de lo que queda de viaje (en EEUU nos moveremos en autobús y en Sudamérica el tren no se estila). Me encanta que los trenes en China se me vayan a quedar como la imagen del apartado de “viajes en tren” durante esta vuelta al planeta. Ni me molesto en intentar compararlos con los trenes podridos-cucaracheros de la India. La diferencia es un mundo entero. Las camas son bastante cómodas y te dan sábanas, edredón y una almohada, así que se duerme bastante bien. Los baños están muy limpios y la comida que sirven no está mala. Además, como en China ni dios se atreve a decir que no se puede fumar en algún sitio (a los chinos les luce más fumar cuando hay una señal que lo prohíba), te puedes sentar en el vagón restaurante y fumar mientras charlas, para que 14 horas de viaje no se le hagan interminables a los adictos a la nicotina.

Me alegro mucho de que Pekín haya sido la última parada en nuestro periplo por China. Mucha gente hace al revés, vuela a Pekín y desde ahí baja hasta Hong Kong pasando por Shanghái. Pero pienso que después de tanto rascacielos y cosas modernas, la mejor forma de dejarte ese gusto a “China” de verdad es terminar por su capital. Pekín puede ser un buen resumen de China, porque mezcla lo tradicional, la China de pagodas y bonsáis que nos imaginamos en Europa, con lo más moderno de cualquier ciudad importante del mundo. Una de las visitas más populares es La Ciudad Prohibida, que tiene un paseo precioso (y muy largo, porque es enorme!) entre callejuelas color granate y tejados cuyas esquinas terminan hacia arriba. Si no te quieres cruzar con millones de turistas, hay que ir muy temprano para disfrutar durante varias horas de su grandeza.

Nuestro último día en China estuvo dedicado a lo más típico, quizás también lo más obligado, de cualquier viaje a este país: la Gran Muralla. Fuimos a una zona con muy pocos turistas, a dos horas y media de Pekín. Durante toda la mañana nos pateamos un buen trecho de la muralla, contemplando unos paisajes espectaculares y todo lo impresionante que es estar caminando sobre la Gran Muralla de China, la misma que fue construida hace varios siglos y la misma que se ve desde el espacio… Una experiencia genial.

Me ha gustado esta etapa del viaje, no me esperaba que este país me fuera a atraer de esta manera. Ha sido una buena introducción a China, en total 20 días muy interesantes, antes de pasar a Corea del Sur como nuestro último destino en Asia. Prometo poner noticias más a menudo!!

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