jueves, 16 de junio de 2011

¿Eclipse de Luna?


Ayer por la noche se pudo ver desde toda España un eclipse total de luna. Como podemos leer en el periódico de esta mañana, “La Tierra se ha interpuesto esta noche entre el Sol y la Luna, y la sombra del planeta azul ha ido poco a poco ocultando el satélite hasta taparlo por completo. Este eclipse lunar total alcanzó su punto máximo a las 22.14, hora peninsular española, y ha sido visible en toda Europa, África, Asia y Oceanía. En España, la zona donde mejor se ha podido observar el ciclo completo del eclipse fue en el extremo más oriental (costa mediterránea e Islas Baleares)” (El País, 16 de junio de 2011). Por consiguiente, si el Levante español fue el mejor punto para poder verlo, entonces Cartagena pudo disfrutar plenamente de la imagen del satélite eclipsado.

Ayer también fue el día en el que volví a casa después de mi largo viaje. No sé si puedo llamarlo “vuelta al mundo”, porque aunque con mi periplo haya hecho una línea que rodea al planeta, al final no hemos ido a América Latina, y nos dejamos África y Oceanía. Pero sí ha sido un viaje de más 9 meses, en los que se han gestado miles de cosas que sólo podré terminar de digerir con el tiempo. Lo que yo he visto con estos ojos no se puede describir con palabras ni fotos, sino que estarán siempre en mi retina, la cual se refresca hoy con lágrimas de alegría al ver a la gente que quiero y saber lo afortunada que soy por haber hecho algo así. Y esta aventura, este espectacular viaje, hubiera sido inimaginable sin Charlélie, el amor de mi vida y el hombre más maravilloso que hay en el mundo.

No hay que confundir “Astronomía” con “Astrología”. La Astronomía es una ciencia, y los astrónomos siguen el método científico. La Astrología es, sin embargo, una “pseudociencia” que cree en la influencia de los astros sobre los hombres. Ayer por la noche, mientras observaba el eclipse de luna, me preguntaba quién, si los astrónomos o los astrólogos, tenía la respuesta de lo que estaba pasando. La Luna de Asia está evidentemente influenciada por el único satélite natural de la Tierra, aunque esté en Asia, en América, o en Europa. Pero yo ya no creo en los astrólogos. Incluso si hubo un eclipse lunar el mismo día en que todo mi viaje terminó, que mira que es casualidad, no es ni mucho menos el eclipse de esta Luna. Al contrario, esto sólo ha sido la introducción, el inicio de todo. Como dijo Sócrates, “sólo sé que no sé nada”, y esta aventura no ha hecho sino corroborarlo. Me he dado cuenta de que aún me quedan millones de cosas que ver, y todo por aprender. Sólo ha sido el primer viaje de muchos. El viaje que definitivamente ha cambiado mi vida.

sábado, 11 de junio de 2011

Por qué "Nueva York" se dice dos veces



Antes de ir a Canadá estuvimos 9 días en Nueva York. Cuando estábamos en Montreal pensé en escribir el artículo para describir nuestra experiencia en “la Gran Manzana”, pero cuando empecé a teclear la primera línea, me di cuenta que sólo se puede escribir sobre Nueva York cuando se está en Nueva York. Así que he esperado a estar sentada en la terraza de la casa de Emma para escribirlo. Si os gusta la serie “Sex and the City” tanto como a mí y a mi hermana Paola, entenderéis que durante mi visita a Canadá he sufrido “el síndrome de Carrie Bradshaw”, ya que tenía unas ganas locas de volver a Manhattan sin saber muy bien por qué. Y es que estas calles tienen una magia muy adictiva.

Emma es la mamá de Michael, más conocido como el tío Mike o Teachersín, como le llama mi madre, el cual vive en Miami. Nos ofrecieron quedarnos en casa de Emma una vez que llegáramos a Nueva York porque los hoteles aquí son carísimos y se nos hubiera salido del presupuesto. Además, pasar unos días con Emma es ya una experiencia maravillosa, porque esta mujer de 90 años es simplemente fascinante. Emma tiene un carisma, una clase y una elegancia fuera de lo común, y nosotros hemos escuchado sus historias completamente embobados. Nacida en Cuba, vino a Estados Unidos cuando sólo tenía 17 años para estudiar Moda en New York. Después, sería diseñadora de moda, viajaría por el mundo entero y viviría aventuras únicas, entre ellas, estar en la India cuando se produjo el asesinato de Indira Gandhi (una historia impresionante!). Emma es sin duda una mujer aventurera de la que tengo mucho que aprender. Nos hemos quedado enamorados de su acentillo cubano cuando habla Spanglish!

Como ya he dicho, Nueva York tiene una personalidad que no se puede comparar a la de otras ciudades. NYC tiene absolutamente todo lo que existe, desde lo más glamuroso hasta lo más trash. Es una ciudad viva 100%, las 24 horas del día, los 365 días del año, y de ahí su sobrenombre de “La Ciudad que Nunca Duerme”. Aunque parezca curioso en este lugar donde parece que estrés reina por todos lados, en realidad en NYC no hay que mirar mucho el reloj si se está de visita. Nunca es demasiado tarde o demasiado temprano para desayunar, para ver un concierto o para volver a casa. Las cosas no se paran jamás. Infinidad de museos fabulosos y sitios que ver. Siempre hay transportes en actividad y los restaurantes están abiertos día y noche. A diferencia de otras ciudades de Estados Unidos, en las que no tener coche es un verdadero engorro, en Nueva York se tiene la suerte e incluso la obligación de tener que caminar o coger el transporte público para moverse, porque es ahí donde se descubre su magia. Y de esta manera Charlie y yo hemos fortalecido los músculos de las piernas, porque nos hemos pateado los lugares y barrios de Chelsea, Soho, Chinatown, Tribeca, Upper West Side, Harlem, Central Park, Wall Street… y eso no es nada en comparación con toda la inmensidad de esta ciudad.

La casa de Emma está en West New York, que ya se considera el estado de New Jersey. Lo que no tiene precio son las inigualables vistas desde su terraza: sólo se ve la isla de Manhattan con el Empire State justo enfrente. Levantarse y tomarte el café con ese paisaje es un lujo que no sabemos cómo agradecer a la preciosa Emma. Lo mejor de todo es que desde la misma puerta de su casa hay autobuses cada 5 minutos que te ponen en un cuarto de hora escaso en la 42nd Street, es decir, en pleno Times Square. Y de ahí, para moverte por el resto de la ciudad, lo único que se necesita es la intuición para perderte con total libertad por las calles de Manhattan, e impregnarse de los detalles de una ciudad que sólo tiene un calificativo que lo resume todo: espectacular.

Frank Sinatra cantaba su famosa canción, “New York, New York”, diciendo dos veces en su estribillo el nombre de este lugar. Yo supongo que lo repetía porque hay que decirlo una segunda vez para creerse que se está en Nueva York. La mezcla de polución, los vapores de asfalto por el calor de junio, y el humillo que sale de las alcantarillas pueden ser una especie de droga que te atonta y te hace creer que estás soñando. Pero New York City es tan real como ficticia, tan abstracta como concreta, tan alocada como tranquila, tan moderna como decadente. New York sólo puede ser New York, y su nombre ya lo dice todo.

viernes, 10 de junio de 2011

Canadá - Nuestros amigos de Norteamérica


La diferencia entre Estados Unidos y Canadá se percibe nada más subir al autobús para cruzar al país vecino. Para empezar, el Greyhound que había sido nuestra pesadilla las últimas semanas tiene en su versión canadiense unos vehículos cómodos, limpios y modernos. Hay mucho más espacio para las piernas y además, hay wi-fi, el cual funciona bastante bien y hace el viaje más ameno. Además, el conductor era mucho más agradable, sin tatuajes ni dientes de oro. Nuestros compañeros de viaje eran en su mayoría francófonos con ese gracioso acento de la provincia de Quebec.

Los 4 primeros días de nuestro paseo por Canadá fue en Montreal. Tuvimos suerte con el tiempo al principio, pero el último día llovió y hacía mucho viento. La ciudad es muy coqueta, con un toque europeo particular. Lo curioso de Canadá es eso, que en cierta manera te hace sentir en Europa, y es por eso que a los europeos nos gustan tanto los canadienses. Sólo por el hecho de que no haya tantas armas de fuego como en Estados Unidos, se respira seguridad a la europea en este bonito país de Norteamérica. Incluso si no vimos toda la ciudad, Montreal tiene pinta de ser un lugar agradable para vivir. Y después de haber escuchado el acento “quebecois” durante esos días, y sobre todo, de haberlo entendido, ya puedo decir que el francés no se me resiste.

Después de Montreal, viajamos hacia la provincia de Ontario para visitar a la familia de Charlie. Su familia de Vietnam se reparte en 3 continentes: los que quedan en Vietnam, y que conocimos cuando estuvimos allí; los de Francia, divididos entre París y Marsella; y los de Norteamérica. La tía Hang, su marido Ba An, y sus dos niñas nos recibieron y se encargaron de presentarnos al resto de la familia. Así conocimos a los hermanos de Hang y a su descendencia, los que podemos llamar los primos segundos de Charlie. La acogida fue maravillosa. Si habíamos pensado que la familia de Vietnam había dejado el listón demasiado alto, la familia de Canadá lo igualó. Todo el mundo fue muy agradable y cariñoso con nosotros. Un día, el hermano de Hang nos invitó a comer sushi con su familia. La tía Loane me invitó a su salón de belleza para hacerme un tratamiento facial que me dejó la piel perfecta, y luego la hermana de Hang preparó una reunión en su casa, donde Charlie tuvo la oportunidad de charlar con sus primos, los cuales son de más o menos la misma edad. Fue muy interesante conocer a la nueva generación, que viaja y habla varios idiomas, y se sienten tan vietnamitas como canadienses. Toda la familia fue muy acogedora, y este encuentro fue muy emocionante. Yo sé que para Charlie era muy importante conocerles. Me dio mucha rabia no haber tenido dinero suficiente para llevarle regalos a todos, para agradecerles su hospitalidad.

La mayoría del tiempo lo pasamos con Hang, su marido y sus dos niñas. Un día nos llevaron a ver un show medieval y nos lo pasamos súper bien, y otro día el marido de Hang nos llevó a las cataratas del Niágara, que son impresionantes (es increíble la cantidad de agua que hay!!). Las niñas de Hang fueron un encanto: Thao, de 13 años, es una niña brillante y muy guapa, que a su edad ya habla inglés, vietnamita y francés perfectamente, y además hace Kung Fu y otros deportes, y consigue compatibilizar todo para tener unas notas excelentes en el colegio. Thao tiene una conversación muy interesante y nos fascinó lo educada y fina que es, toda una señorita. Luego, la prima pequeña de Charlie, se llama Thoa y tiene 4 años. Thoa es una niña preciosa e inteligente, tan educada como su hermana, y con un graciosísimo sentido para la moda – elige su propia ropa y siempre escoge los complementos del mismo color!!

La familia vive en Mississauga, a 40 minutos de Toronto. Es por ello que la última noche en Canadá decidimos pasarla en Toronto, para conocer también esta ciudad. Allí quedamos con Molly, una prima de Charlie, que nos llevó a dar una vuelta por el centro de Toronto, a jugar a los bolos (nuestra primera vez!! Nos encató!!), y después a cenar con su novio Steven. Molly habla francés perfectamente y fue genial pasar un rato con ella.

Canadá es como una mezcla entre Europa y Estados Unidos, como si hubiera cogido los mejor de ambos. Lo único es que siguen comiendo igual de mal que en USA: menos mal que la familia vietnamita de Charlie nos ha hecho recordar los sabores de los saludables platos de Vietnam!! Muchas gracias a todos: Cảm ơn!!

martes, 31 de mayo de 2011

USA - Nevada y Utah


Llevaba varias semanas sin escribir. Quizá es porque “La Luna de Asia” perdió el encanto de su propio nombre el día que dejé el continente asiático. Pero este viaje no ha sido sólo Asia por mucho que me haya gustado pasar por allí, y en realidad aún no me he quitado “las gafas del sociólogo”, así que sigo observando a gentes y costumbres, aunque mis nuevas crónicas tengan un forzoso toque occidental.

Después de 8 días en la espectacular San Francisco, cogimos un bus para ir a Reno, en el Estado de Nevada. Reno es la segunda ciudad del estado después de Las Vegas (que no visitamos, ahí queda pendiente!), y que también sigue la temática: el juego y los casinos. A Reno le llaman “The biggest little city in the world” (“La pequeña ciudad más grande del mundo”), y sí, es pequeña. Hacía bastante frío porque las montañas de la Sierra Nevada (de ahí el nombre del estado) estaban recubiertas de nieve. La ciudad en sí no tiene mucho más que unos cuantos casinos algo cutres y algunos bares donde se juntan los pocos jóvenes de la ciudad. Durante la semana, Reno está muerta, y durante el fin de semana lo precios de los hoteles suben y hay unos cuantos colgados que pasaban por la ciudad y decidieron jugarse unos dólares en las tragaperras. Yo misma caí en la tentación del Black Jack, y aunque el crupier, que era un mejicano de unos 50 años, me dijo “no hija, vete, ¡¡no te gastes el dinero!!”, perdí 15 dólares en 10 minutos. En fin, esa es mi corta experiencia en el estado del juego.

Nuestro siguiente destino fue el Estado de Utah. Cogimos el infernal Greyhound desde Reno a Salt Lake City, un viaje que duró 14 horas durante la noche. Desafortunadamente, otra vez caímos casi al fondo del autobús (mierd*! Ahí te tragas la peste del WC!!), y nuestros compañeros de viaje no fueron los más agradables. Había un grupo que se pasó varias horas hablando bien alto, y luego había un loco que gritaba de vez en cuando. Total, un asco de viaje. Al llegar a Salt Lake, estaba lloviendo y hacía frío. Esas cosas son las que más me embajonan en este viaje…

Muchos habréis escuchado Salt Lake City porque es la ciudad originaria de los Mormones. Es por eso que SLC es como el Vaticano para los católicos, con todas las sedes de ésta ¿religión? ¿organización? ¿grupo? ¿secta? No sé cómo llamarles!! En fin, que la ciudad se caracteriza por los mormones, hay un edificio administrativo de más de 25 plantas que reina en el horizonte de SLC, y luego está el Templo, que es bonito, aunque no se puede visitar entero porque hay que ser mormón para hacerlo. Lo único que se me ocurre para explicar cómo identifican a los mormones es que todas las chicas llevan una falta hasta la mitad de las pantorrillas y el pelo recogido en una trenza o coleta. Luego los hombres iban normal, y eso que yo pensaba que irían todos con una camisa de manga corta y con corbata (algo que cualquier persona medianamente puesta en protocolo y moda te diría “¡¡jamás!! Camisa de manga corta sin chaqueta y con corbata, nunca”). Yo creo que es porque hacía frío en Salt Lake. Y puede que sea por este frío, que la ciudad estaba muerta. Estaba totalmente desierta, no nos cruzamos a gente joven, no había bares o pubs para tomar una cerveza (y es que Utah tiene leyes algo estrictas con el alcohol). Qué depresión!! Y para terminar ya con la historia, como no tenemos coche, repito, resultó ser un follón ir a ver las montañas y los paisajes de las afueras de Salt Lake. No había ningún medio para llegar si no se iba con vehículo propio. Así que los tres días que estuvimos en esta ciudad, paseamos por cementerios, los jardines del templo mormón y las calles del centro sin cruzarnos con un alma. En un intento desesperado por sacar algo bueno de Utah, fuimos a la Universidad para ver el Museo de Bellas Artes. Una vez allí, la entrada resultó costar 10 dólares por persona, lo que nos pareció demasiado caro. Así que ni museo ni leches.

Tras esto, nos pusimos a reflexionar. Si seguíamos el plan de atravesar los Estados Unidos con el mierdoso bus Greyhound, Reno y Salt Lake City sólo eran el principio de un viaje depresivo, ya que nos quedaba millas y millas de campos de maíz y “poco más” hasta llegar a Chicago o Nueva York. Entonces, llegó la solución (bien fácil): coger un vuelo desde Salt Lake a New York. Y la Gran Manzana… Esto “sí que si”!! Pero Nueva York se merece no sólo un artículo, sino yo diría que hasta un blog entero para ella sola, así que para la próxima… “La ciudad que nunca duerme” en detalle.

sábado, 14 de mayo de 2011

Estados Unidos – Good morning California!


En 14 horas de viaje se puede atravesar el océano Pacífico, cambiar de continente, cambiar radicalmente de cultura y empezar una segunda parte de este viaje alrededor del mundo. Ese es el tiempo que nos tomó ir desde Seúl a Los Ángeles, haciendo escala en Shanghái durante 3 horas – donde fuimos “inmigrantes ilegales” por unos minutos (el tiempo de un par de cigarros), ya que pisamos China sin visado porque salimos del aeropuerto, debido a que nos pareció que las autoridades chinas no se aclararon en cuanto a que estábamos de “tránsito”.

La diferencia entre ambas zonas del planeta es casi un mundo entero. Llegamos desde Seúl, donde hacía frío, a Los Ángeles, donde un sol espléndido nos abrasó los hombros. Las calles, las caras de la gente, los edificios, los coches, los paisajes… Menudo cambio. Vuelta a Occidente, esta vez, a la cuna de todo lo que ha marcado la vida occidental en las últimas décadas: los Estados Unidos de América.

La ciudad de Los Ángeles, en realidad, pues no me gustó mucho. Se extiende por cientos de kilómetros (bueno, millas, porque aquí no se usa el sistema métrico), haciéndola totalmente inabarcable si no se tiene coche. Todo pilla lejos en L.A., y para colmo, el servicio de transporte público es de las cosas más podridas que he visto en un país desarrollado. Aun así, conseguimos movernos un poquito, paseamos por el centro y un día fuimos a Hollywood a ver el Paseo de la Fama y la famosa colina de “la Meca del cine”. La sensación que tuve es que ya había visto Los Ángeles. Cuántas películas habremos visto, que me dio la impresión que me sabía las calles de memoria. En fin, lo mismo me equivoco con la ciudad, pero no puedo decir mucho más porque sólo estuvimos 4 días. Y fue el último día en L.A., antes de ir a Santa Bárbara, cuando cometimos el que creemos un craso error: comprar un ticket de autobús abierto durante 30 días para atravesar EEUU. Ahora explico por qué.

Pasamos por Santa Bárbara sólo una noche para visitar a Sarah, una chica muy maja que estuvo hace un par de años de intercambio en Murcia, y me alegró mucho verla. Santa Bárbara tenía pinta de ser una ciudad monísima, pequeña y coqueta, sin la monstruosidad de Los Ángeles. Desde ahí cogimos de nuevo el autobús para ir a San Francisco. Bien, para un trayecto que normalmente no dura ni 4 horas en coche, para nosotros en autobús duró 10 horas. Pienso que pasamos por todos los pueblos de la maldita California, en un bus bastante incómodo y sucio, con el plus de un penetrante olor a pipí que emanaba del excusado del vehículo. Que haya tenido que pasar por el Vietnam al que todos consideran pobre, por la China a la que todo el mundo teme, y por la Corea a la que nadie conoce, todos con unos buses de putísima madre, rápidos y limpios, donde hasta te daban una botellita de agua, y que me digan que “ESOS” son los buses en el desarrollado país de Estados Unidos, jefe del mundo durante décadas, me deja atónita. Ya me había quedado claro en Los Ángeles que en USA lo que mola es el coche, pero, digo yo, alguien habrá que no tenga, y esos, ¿cómo viajan? Y es respondiendo a esto donde se confirma doblemente nuestro error: la gente se mueve en EEUU por avión, que aparte de ser más rápido, sale hasta más barato. Ahora no es de extrañar que estemos acojonados porque Estados Unidos es básicamente una burrada de país, más grande que un demonio. Al mirar el mapa y ver que estamos en la Costa Oeste, y que tenemos que llegar hasta el Atlántico en poco más de dos semanas (para amortizar el billete) en el Greyhound, me tiemblan hasta las cremalleras de la mochila. Si se mira desde otro ángulo, lo de pasar por la América profunda, con millas y millas de campos de maíz, puede ser positivo…

Antes de empezar ese infierno autobusero, estoy disfrutando de mis últimas horas en la espléndida ciudad de San Francisco. De verdad, chapó. Definitivamente es una ciudad impresionante, con un alma especial y que vibra de forma elegante. San Francisco huele a porro de marihuana, a pastelería que acaba de sacar algo del horno y a detergente para la ropa, turnándose de vez en cuando. Combina lo fino y lo elegante, con lo moderno y trash, ya que ofrece una estampa algo extrema, por ejemplo, con la maraña de vagabundos, pobres, locos, alcohólicos y drogadictos que se pasea por las calles del centro durante la noche, calles que sólo están iluminadas por los escaparates de tiendas caras. En Los Ángeles me quedé impresionada con la cantidad de gordos que había, pero gordos con obesidad mórbida (quizás porque en Asia todo el mundo es estilizado… a lo mejor fue el contraste!), y en San Francisco me ha sorprendido la cantidad de locos que hablan solos o gente que se pasó de drogas en los 80 o 90 y están por ahí tirados.

El hostal en el que estamos es súper agradable, y estamos conociendo a gente muy maja. Hemos estado en un dormitorio mixto de 4 personas, así que hemos compartido literas con Seb y Medi, dos chicos franceses. Un sol de muchachos, así jovencitos. Me recordaban a mi hermano Popi, porque decían el mismo tipo de bromas y pavadas, así que nos hemos reído un montón y les hemos cogido cariño. Luego hay algunos españoles, muy agradables también.

En fin, que no puede parecer tan exótico como Asia, pero Norteamérica guarda secretos también, y tengo ganas de descubrirlos. Eso sí, desde ya estoy segura que dichos secretos no están en la comida: en 10 días he comido más grasa que en los 6 meses de viaje precedentes. Madre mía, espero no volver a Europa rulando!!