Esta en el mismo titio las 24 horas al dia: en la carretera, cerca de la acera. Su figura es como esas peliculas a camara rapida, donde él queda inmovil mientras personas borrosas llenan o vacian la escena. Las mujeres se recogen el saree cuando pasan para no mancharlo. Los niños rien mientras cuentan las moscas que se posan en lo alto de su cabeza. Y los hombres, ellos, ni miran.
El polvo recubre su oscura piel, y solo las pustulentas y rosadas heridas de su avanzada enfermedad cutanea dan la impresion de humedad sobre su seco cuerpo. Su barba grisacea es una fiesta de largas canas que se enredan y se ensucian a medida que se alejan de la barbilla. Sus cabellos, recogidos en una cinta que seguro tuvo un pasado mas blanco que marron, apuntan hacia todas las direcciones. En este cruce de Thanjavur, en el sur de la India, él balbucea melodias y dirige el trafico con sus brazos de anciano, sentado o acostado en el asfalto, y los años pasan forjando la eternidad que solo el dios Shiva es capaz de controlar.
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