lunes, 21 de julio de 2008

La reina de mi casa II


En vez de dormir la siesta estuve con ella un ratito, haciéndole fotos subida en mi pie. Estaba muy bien, había comido y empezaba a aletear; "pronto sabrá volar", dijo mi hermana. Me fuí a trabajar el sábado por la tarde, y llegué bastante tarde. Cuando me levanté el domingo mi madre me dió la noticia: la noche anterior se empezó a poner malita y esa mañana estaba mucho peor. No quería beber agua, sus patitas estaban débiles y cerraba los ojos todo el rato. No se podía mover... Y a las pocas horas se murió. Después de una semana cuidándola, en la que sólo mejoraba cada día. Mi hermana, mi madre y yo teníamos una tristeza tremenda, una impotencia terrible. Y yo me arrepentía por haberla cogido de la calle, porque no había podido morir libre. A lo mejor fué eso lo que le pasó: creí que cualquier niño del parque podía haberla agarrado y haberla hecho sufrir, y yo la metí en una casa. Me siento fatal...

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