En vez de dormir la siesta estuve con ella un ratito, haciéndole fotos subida en mi pie. Estaba muy bien, había comido y empezaba a aletear; "pronto sabrá volar", dijo mi hermana. Me fuí a trabajar el sábado por la tarde, y llegué bastante tarde. Cuando me levanté el domingo mi madre me dió la noticia: la noche anterior se empezó a poner malita y esa mañana estaba mucho peor. No quería beber agua, sus patitas estaban débiles y cerraba los ojos todo el rato. No se podía mover... Y a las pocas horas se murió. Después de una semana cuidándola, en la que sólo mejoraba cada día. Mi hermana, mi madre y yo teníamos una tristeza tremenda, una impotencia terrible. Y yo me arrepentía por haberla cogido de la calle, porque no había podido morir libre. A lo mejor fué eso lo que le pasó: creí que cualquier niño del parque podía haberla agarrado y haberla hecho sufrir, y yo la metí en una casa. Me siento fatal...
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