viernes, 6 de mayo de 2011

La Luna de… Asia


No sé muy bien por qué decidir llamar a mi blog “La Luna de Asia” hace ya tres años. Quizá porque la combinación me parecía estilosa o porque tenía una sonoridad atractiva. Pero por aquellos tiempos no tenía ni idea de que algún día iría a Asia y ni de lejos me imaginaba lo que Asia me iba a hacer sentir. Y ahora, mientras disfruto de los últimos momentos en este continente, no puedo estar más feliz de que mi subconsciente premonitorio me avisara ya por entonces de que iba a caer rendida ante Asia y toda su belleza.

Después de varios meses en Asia, para mí su nombre sigue dibujado en una caligrafía femenina y delicada, con el rabillo de la “a” que se estira hacia el borde de la página, dejando una línea de tinta fina y desenfadada. Asia es misterio, y lo guarda debajo de telas bordadas y colores vivos. Está rodeada de una niebla matinal que refresca los pulmones y te humedece la cara.

Sin duda, lo más bonito ha sido conocer los ojos de Asia. Aunque hay ciertamente miles de tipos de rasgado de ojos, no son tanto las líneas como lo que guardan en la mirada. Son trazos de acuarela, espesa en el lagrimal y acuosa a medida que se acerca a las sienes, todos diferentes, pero con un estilo común en el uso de la plumilla. El iris casi siempre oscuro oculta el saber de la antigüedad y también refleja las luces de neón de los tiempos modernos.

Las mujeres asiáticas son delicadas, como figuras con piel de porcelana, blanca o tostada, según la localización geográfica. Sus labios son del color de las fresas. Sus maneras al caminar son elegantes y silenciosas, como si quisieran pasar desapercibidas en un continente que ya de por si valora más a los hombres. Son ninfas que sonríen tímidamente y que más que andar, parece que flotaran dando diminutos pasos de muñeca.

Asia es un silencio respetuoso recubierto del ruido industrial en el camino hacia el desarrollo. Huele a metal mojado, a pescado seco y a flores recién cortadas. Su sabor va desde lo fresco de los vegetales del sudeste hasta lo aceitoso de los platos del norte, pasando por el picante rojo que pone a prueba los paladares occidentales. Es calma y agitación a la vez. Es un secreto, un enigma, y no te da el nombre exacto para poner en el remitente de la carta de amor que necesitas enviarle. Asia también puede ser cruel y despiadada, como una amante con tacones que desaparece en mitad de la noche.

Mi avión está despegando y mis pies se alejan de Asia. El pequeño porcentaje que he visitado de este continente me ha hecho darme cuenta de algunas cosas. Esos espacios blanquecinos de mi mente, que flotan anárquicos hacia todos lados y me caracterizan como una persona soñadora, ya han sido identificados. No son nubes lo que tengo en la cabeza, sino cerezos en flor, coloreados de beige y blanco rosado. La Luna no se equivocaba. Y es cierto, porque en Asia el satélite brilla de forma diferente… Infinita Asia, te me has colado dentro.

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